La producción de Moringa a escala media y comercial dentro de nuestro país tiene pocos años; sin embargo, ésta ha tenido gran aceptación. Un claro ejemplo es que en el año 2013 hubo un total de 20 hectáreas de Moringa instaladas dentro del norte del país y tuvo un aumento significativo a partir de dicha fecha (Romero, 2014 ). Al mismo tiempo se afirma que la planta Moringa oleifera posee muchas propiedades medicinales y todos los aminoácidos esenciales, algo que es poco común en una sola planta. Es por ello que en nuestro país ha sido usada como suplemento nutricional en animales (aves, cerdos, vacas y cuyes y conejos), humanos (casos de desnutrición y bebidas energizantes) y como purificadora de agua. Por otro lado, existe una gran preocupación sobre la inocuidad de ella, ya que se han encontrado posibles daños hepáticos, renales, hipertrofia de bazo y timo, alteración de los parámetros sanguíneos, genotoxicidad y efectos anticonceptivos dependiente de la dosis y del tipo de consumo. Ante esta problemática me urge la necesidad de replantear el uso de la planta, a fin de evaluar los efectos del consumo de moringa (Moringa oleifera) y dejar de categorizarla como benéfica y/o suplemento alimenticio para un sinfín de enfermedades y poder considerarla para un uso específico en un tiempo y dosis adecuada. Considerando la reciente demanda de uso en animales (cuyes, aves, vacas, perros y otros) y el limitado estudio científico de los efectos farmacológicos y alimenticios de muchas de las plantas suministradas como alimentos y medicina alternativa, surgió la pregunta de cómo obtener una relación entre el consumo de Moringa sobre los valores hematológicos (línea blanca y línea roja) y enzimáticos (AST y ALT) y su posible aplicación en el mercado local y nacional. Recalcando que dichos resultados podrían ser de ayuda en el área alimenticia y clínica tanto en animales como humanos.